La CPAP como tratamiento para la apnea del sueño

imagen de cpap donde se ve el compresor, el tubo y la mascarilla

En la actualidad, el tratamiento de primera línea para la apnea obstructiva del sueño de grado moderado o severo son los dispositivos de presión positiva en la vía aérea, en especial la presión positiva continua o CPAP (por sus siglas en inglés Continuous Positive Airway Pressure). Popularmente, mucha gente se refiere a ella simplemente como “la máquina para la apnea del sueño”.

Numerosos estudios han demostrado que el uso regular de la CPAP es altamente eficaz para eliminar o reducir de forma significativa las apneas obstructivas durante el sueño. Esta normalización del patrón respiratorio nocturno se traduce en una mejora sustancial de la calidad del sueño y en una reducción de las alteraciones cardiometabólicas y neurológicas asociadas a la apnea.

El tratamiento con CPAP ayuda a disminuir síntomas como el cansancio diurno, la somnolencia, las cefaleas matutinas o la dificultad de concentración, y a largo plazo contribuye a reducir el riesgo cardiovascular. Por ejemplo, está bien documentado que su uso regular disminuye la tensión arterial y, en personas con apnea obstructiva e hipertensión, favorece un mejor control de la presión arterial.

Cómo funciona la CPAP

El dispositivo de presión positiva conecta directamente con nuestra vía aérea superior y mantiene en ella, de forma continua, una presión superior a la atmosférica (presión positiva). Este flujo de aire constante actúa como una férula neumática que mantiene abierta la zona más propensa al colapso: la faringe.

Durante el sueño, la musculatura que rodea este tramo de la vía aérea puede relajarse en exceso y llegar a cerrarse parcial o totalmente. La CPAP contrarresta este fenómeno introduciendo aire a una presión predeterminada que se mantiene estable tanto durante la inspiración como en la espiración. De este modo, se evita el colapso y se asegura un flujo respiratorio continuo durante toda la noche.

Una CPAP se compone, básicamente, de tres elementos principales:

Compresor

Es el corazón del dispositivo. Su función es generar un flujo de aire y mantenerlo a una presión superior a la atmosférica, según el valor predefinido en la configuración.
En las CPAP (Continuous Positive Airway Pressure o presión positiva continua) el compresor mantiene siempre la misma presión durante toda la noche.
En las APAP (Auto-Adjusting Positive Airway Pressure o presión positiva autoajustable), el compresor modifica la presión de forma automática en función de las necesidades del paciente, detectando y respondiendo a variaciones en la respiración (por ejemplo durmiendo de lado puede que necesitemos menos presión que durmiendo boca arriba).

Tubo o circuito

Es el conducto flexible que conecta el compresor con la mascarilla o interfaz, permitiendo que el aire presurizado llegue a la vía aérea.

Mascarilla o interfaz

Es el punto de contacto con el paciente y la encargada de dirigir el flujo de aire a la nariz, la boca o ambas, dependiendo del tipo de mascarilla.

La mascarilla: pieza clave en el tratamiento con CPAP

La mascarilla es un elemento esencial para que la terapia con CPAP funcione correctamente: es el punto de conexión entre el equipo y la persona.

En la mayoría de los casos se emplea una mascarilla nasal, que cubre únicamente la nariz. Como alternativa, existen las almohadillas nasales (olivas nasales), que hoy en día cuentan con diseños muy avanzados que mejoran notablemente la comodidad y la tolerancia.

Para quienes tienen dificultad para respirar por la nariz o tienden a hacerlo por la boca (algo poco recomendable) se utilizan mascarillas nasobucales, que cubren nariz y boca.

Dado que el sistema genera una presión positiva (superior a la atmosférica), es fundamental que la mascarilla mantenga un sellado seguro y estable. Para lograrlo, la parte en contacto con la piel suele estar acolchada, y se sujeta mediante arneses elásticos que rodean la cabeza, asegurando comodidad y eficacia durante toda la noche.

Luces y sombras del tratamiento con dispositivos de presión positiva

La CPAP es, hoy en día, el tratamiento más eficaz y respaldado científicamente para la apnea del sueño. Sin embargo, no está libre de inconvenientes.

Su funcionamiento se basa en aplicar presión positiva continua en la vía aérea, lo que impide el colapso de la faringe y, por tanto, evita las apneas. Esta misma característica, que le da su efectividad, puede generar incomodidad al usarla.

Cuanto mayor es la presión necesaria, que depende del grado de colapso que presente cada persona, mayor puede ser la sensación de molestia. Para evitar fugas de aire, la mascarilla debe mantenerse bien ajustada al rostro. Este sellado firme durante horas puede provocar marcas en la piel al despertar o sensación de presión. Además, un pequeño desplazamiento de la mascarilla puede producir fugas repentinas con ruidos molestos.

Otros efectos secundarios posibles incluyen sequedad nasal, sensación de claustrofobia, o limitación de movimientos al dormir. Por eso, es fundamental contar con un periodo de adaptación guiado por un profesional, que pueda ajustar la presión, el tipo de mascarilla o pequeños detalles que marcan la diferencia.

El principal motivo de fracaso en el tratamiento con CPAP no es la falta de eficacia, sino el abandono por baja tolerancia o falta de adaptación: un porcentaje significativo de pacientes lo deja por problemas de tolerancia. En estos casos, más allá de las medidas higiénico-dietéticas, las opciones se reducen, aunque en algunos pacientes puede valorarse la cirugía para la apnea del sueño como alternativa.

Para saber más:

¿Es mejor tolerada la APAP que la CPAP? (Less may be more: CPAP vs. APAP in the treatment of obstructive sleep apnea) En inglés, artículo de PubMed.

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